La música desvanecía su recelo, mi desaliento y salíamos a bailar como una pareja normal, pero aún podíamos sentirnos distintos, encerrados en un castillo de cartón, una fortaleza fragilísima y sólida al mismo tiempo como una roca, como había sido una vez la ecuación perfecta de nuestros cuerpos impares, que nos había dado más de lo que habíamos tenido nunca.Castillos de cartón. Almudena Grandes.
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