
El día en que Allan cumple cien años, un dos de mayo de 2005, es el que elige para acabar con los monótonos y amargados meses que lleva viviendo en la residencia de ancianos de Malmköping. Saltar de la venta de un primer piso por una enredadera no debe ser tarea fácil ni siquiera en el caso de contar con unos años menos, pero supongo que a este respecto es cuestión de ponerle ganas y voluntad. Un momento...releyendo este párrafo parece que lo que pretende Allan es poner fin, literalmente, a sus días, y, en parte, sí que pretende hacer un largo viaje, puede que el último de su longéva vida, pero no hacía ese lado, no hacia arriba, si no lo más lejos que le lleven en autobús las cincuenta coronas con que cuenta. Desde luego que será un viaje interesante, en el que conocerá a gente interesante con la que correrá interesantes aventuras. Lo mejor es que, poco a poco, nos daremos cuenta de que esa ha sido la tónica de su vida y quizá sin pretenderlo, fue testigo y en parte, protagonista de hechos clave para la historia universal. Desde que volara por accidente el coche de un vecino, vecino incluido, y tras pasar unos años en un sanatorio mental, viajará al rededor de un mundo lleno de intrigas y corrupciones en el que no es difícil que destaque una personalidad tan limpia e inocente como la de Allan.
Una novela llena de personajes, de vidas originalmente curiosas, en la que cuesta diferenciar la realidad de la ficción pero que seguro supuso un gran trabajo previo para el autor. Supongo que no es fácil ligar la historia real con anécdotas ficticias de forma que la novela no se convierta en un esperpento caro de digerir, al menos para el lector de a pie, otra cosa habría sido conocer al opinión de algunos de los personajes históricos referenciados en esta novela. A mi como mera espectadora me ha parecido una novela inolvidable, sin duda lo más placentero que he leído en meses. Pero claro, si hoy es mi día sincero debo decir que la manera en que se resuelve el misterio de la huída de Allan y compañía se me antoja poco preciso, Jonasson pecó de pocas palabras.
Un saludo, Lola.