martes, 14 de septiembre de 2010

CONTRA EL VIENTO DEL NORTE

El domingo terminé de leer el libro y debo decir que, desde hacía tiempo, ninguna historia de amor me desvelaba de la manera en que ésta lo ha hecho.

Sobre la forma ya lo he dicho todo, no me equivocaba al pensar en su originalidad, no recuerdo ninguna novela basada sólo en las transcripciones de correos electrónicos a pesar de que sí existen varias que usan Internet como medio para relacionar a sus protagonistas. La verdad es que el autor llega a crear diálogos realmente interesantes, conversaciones íntimas y llenas de confianza, conversaciones irónicas, divertidas, conversaciones distantes y cargadas de formalismos. Es increíble cómo, gracias a los cambios de vocabulario, de persona o de género gramaticales, a las distintas sintaxis, al cambio de minúsculas y mayúsculas, etc., resulta de lo más sencillo hacerse una idea del estado de ánimo de los dos protagonistas sin necesidad de una sola descripción externa por parte de un tercero, ni aclaración o declaración de los personajes. Incluso es fácil poner la entonación adecuada a cada una de las palabras. Leyendo esta novela, ahora me pregunto si ocurrirá lo mismo cuando es una la que escribe -Ay, Lola, a ti no hay quién te entienda, ni cuando hablas ni cuando escribes-.

En cuanto a la historia, todo comienza con una equivocación, como muchas veces comienzan las cosas, un problema de "ei". Veréis, Emmi intenta, sin mucho éxito, darse de baja en su suscripción a la revista Like, pero en lugar de mandar los correos a la dirección correcta, lo hace a la de un tal L. Leike. Después de un par de correos, Leo decide sacarla de su error y contestar a uno de ellos. Una vez aclarado el asunto, todo debería haber acabado ahí. Pero en la vida, a veces, las cosas no son como deberían. La dirección de correo del señor Leike se cuela entre las de los clientes de Emmi y recibe un correo colectivo en el que Emmi Rothner les desea Feliz Navidad y un próspero año nuevo. Todo lo que ocurre desde ese momento es historia.

Me gusta como Emmi y Leo tratan de luchar por mantener lo que tienen en un desesperado intento por que sus sentimientos no vayan más allá del mundo que ellos mismos han creado. Piensan que, de otra manera, si se vieran, si hablaran, si compartieran una copa de vino él y de whisky ella, si se acostaran, sin mantuvieran cualquier contacto físico acabarían con todo. Porque en el fondo, no se enamoran de Emmi y Leo sino de los Emmi y Leo que cada uno de ellos ha creado a partir de las palabras del otro. Unos Emmi y Leo ideales que lo más seguro es que no se correspondan con los reales, que tendrán sus defectos, sus virtudes y sus puntos débiles. La constatación de tal hecho sería el fin de la relación que han credo durante un año, de la intimidad que han conseguido alcanzar sin haber intimado. Se necesitan como el respirar pero no están dispuestos a pagar el precio tan alto que supondría llevar sus sentimientos y fantasías al plano de lo real.

Y creo que ya he hablado demasiado, sólo me queda invitaros a leer una novela entrañable que, como ahora es tendencia de moda, tendrá una segunda parte. Dejad que os confiese que cada vez estoy más cansada de las segundas y terceras partes. Me agota no poder pasar página y tener que estar pendiente de los futuros de cada vez más personajes. Tengo ganas por una vez de acabar un libro y que realmente haya acabado, independientemente de que vuelva a mi mente en días siguientes y las veces que quiera, como un buen recuerdo. En fin...

Un saludo, Lola.

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