Todo comenzó una tarde como podría ser esta misma pero hace un par de semanas, cuando cierta persona y yo acabábamos de terminar el libro que estábamos leyendo. Bien es verdad que cada una ya había empezado otro por su cuenta aunque sospecho que sin mucho entusiasmo, por su parte y por la mía, así que tampoco nos costó mucho decidirnos. Esta novela me apetecía desde hacía bastante tiempo y, casualidades de la vida, Vanesa también tenía a Flavia en casa. Se nos ocurrió leerla juntas.
La protagonista de esta historia es la joven Flavia, que ya a su corta edad, sólo cuenta con once años, es conocedora de todos los secretos que esconde la química gracias a que un día descubriera el laboratorio de su ya desaparecido tío Tar. Los venenos son su pasión, su debilidad. Flavia vive en Buckshaw, un caserío situado en una zona indeterminada de Inglaterra que pertenece a su familia desde hace décadas, junto a sus hermanas Ophelia y Daphne, más preocupadas por la literatura y la belleza personal y con las que no es que se lleve especialmente bien, su padre el Coronel De Luce, amante de los sellos desde niño pero siempre ausente, en especial después de la desaparición de su mujer, Dogger, el ahora jardinero, pero antes chofer y antes asistente personal del coronel, y la cocinera, la señora Muller, apreciada por la familia aunque no por su mano con las tartas y dulces en general.
En este entorno idílico la vida pasa con absoluta tranquilidad para los habitantes de Buckshaw entre sellos, tartas de crema y vasos de precipitados, hasta que una mañana, aparece un pájaro muerto en el umbral de la puerta de la cocina con un sello ensartado en el pico provocando un misterioso estado de ansiedad en el Coronel. La cosa se complica cuando no es lo único que aparece muerto. A la mañana siguiente Flavia descubre en el jardín de la casa, el cadáver del mismo hombre que horas antes discutía con su padre en su estudio. Flavia está dispuesta a esclarecer todo lo ocurrido haciendo uso de sus conocimientos y de su ingenio, ambos apabullantes, incluso aunque tenga que actuar a la sombra del inspector Hewitt.
Una lectura totalmente recomendable aunque sólo sea por el gusto de descubrir a la joven De Luce que tanto dicen que se parece a su madre. Flavia es astuta, hábil, inteligente y lógica, muy divertida e ingeniosa, también generosa y considerada. Me encantan las constantes alusiones que se hacen a personajes literarios y de la época, a la música, y algo que me pareció curioso y que me tuvo muy intrigada durante toda la lectura, son las continuas comparaciones que la protagonista hace en sus narraciones, comparaciones prácticas pero impensables. Hay una conversación que mantiene con el inspector al final de la novela que me gustó especialmente y todas las situaciones en las que estén implicadas las tres hermanas son geniales. Una novela muy bien ambientada en los años 50 ingleses que consigue alegrarte el día, entrañable y conmovedora al mismo tiempo, instructiva en ciertos aspectos químicos, - venenos, antídotos, ciertos olores y sabores…, uno nunca sabe cuándo podría necesitar este tipo de conocimientos -, y curiosa en lo relativo al mundo del sello, hay un par de capítulos sobre la historia de este pequeño pedacito de papel y relacionados con un sello en concreto, - bueno con dos, los otros protagonistas de la historia, que al parecer no existen realmente pero que ilustran esta afición a la perfección -, que resultan cuanto menos interesantes.
La verdad es que no podría decir nada negativo sobre esta novela ni aunque me lo propusiera, es una pequeña joya que podría o debería entrar en la lista de imprescindibles. Estoy segura de que Flavia me acompañará por mucho tiempo.
Un saludo, Lola.
P.D: la experiencia del club de lectura: muy buena, todo es más divertido a la par que instructivo cuando lo puedes compartir sin miedo a destripar la historia.
P.D.2: Este fue el primer sello de la historia, el Penny Black, que costaba un penique y en el que aparecía la efigie de la reina Victoria, se puso en circulación en 1840. Según cuenta la leyenda, todo ocurrió en una taberna mientras uno de los huéspedes era testigo de un desagradable incidente. La posadera se veía obligada a devolver la carta de unos parientes por no poder pagar el coste del envío, pero lo que ocurría en realidad es que era una especie de código secreto, cada una de las líneas del sobre estaba escrita por cada uno de los miembros de la familia, de tal manera que si aparecían todas significaba que todos sus parientes estaban bien y no tenía que asumir los costes del envío que por aquel entonces asumía la persona que recibía la carta.
Y este sello me gustó y sorprendió especialmente encontrarlo, lo pongo en homenaje al Coronel De Luce, él sabe por qué. Es una agachadiza.
Adeline (María Solar)
Hace 1 día