martes, 1 de abril de 2014

El año que pasé con Bevilacqua y Chamorro. LA NIEBLA Y LA DONCELLA

En esta ocasión, Vila y Chamorro aterrizan en La Gomera por expreso deseo del destino, y la reapertura de un caso que tuvo lugar hace algo más de dos años, todo hay que decirlo. El ahora subdelegado del gobierno es familiar de la madre del chico al que encontraron asesinado en el parque nacional de la isla, y ésta no parará de presionarle hasta que consiga que se vuelva a investigar todo lo relacionado con la muerte de su hijo pues el que fuera acusado entonces, Juan Luis Gómez Padilla, en ese momento concejal y vicepresidente del cabildo insular, fue declarado inocente después, eso sí, de pasar un año en prisión. Los dos investigadores vuelven a repasar todos los detalles del caso cuyo desarrollo parece, a primera vista, bastante lógico, contando esta vez con la ayuda de la guardia Anglada, una joven que entonces estaba destinada en La Gomera y que participó directamente en la investigación.
En un paisaje de una belleza exuberante y casi fantasmagórica, Vila y Chamorro deberán andar el camino que antes andaran sus compañeros rezando por tener mejor suerte que ellos, o quizá no sea una cuestión de azar sino de atención, concentración y madurez. Lo que está claro es que nunca hay que dejarse llevar por las apariencias o los deseos personales. Las pasiones nublan la razón - no se dónde he oído esto antes pero os aseguro que no puede ser más acertado, dado el caso que nos ocupa -.

La conclusión más directa y evidente; parece fácil, aunque no ineludible, dejarse llevar y verse arrastrado por el bando contra el que se lucha. Supongo que cuando la oportunidad se tiene tan cerca como para poder tocarla con la punta de los dedos y las supuestas ventajas son tan seductoras, cuesta mantener la rectitud moral y, aunque se puedan mantener ciertos valores, es duro renunciar al dinero que dicha actividad pueda reportar, más cuando se tiene una visión fatalista del presente y el futuro, se goza de un mínimo de poder y se tiene la certeza absoluta de que nada puede fallar. Supongo que lo que Silva pretende poner de manifiesto es la corruptividad de la carne, o si lo preferís, que el ser humano es débil por naturaleza, aunque hay algunos que lo llevan mejor que otros.

Dejando esto a un lado, creo que Lorenzo Silva se sirve de esta novela para teorizar sobre la muerte y sobre lo que ésta supone para el ser humano pues son muchas las reflexiones que se ofrecen a este respecto. Hay una frase que me ha llamado especialmente la atención, cuando Vila declara, ...y que saboreo, a través de esa persona cercana, la muerte que quizá no seré capaz de saborear en mí mismo, cuando me toque. Página 272. Creo que se refiere a que el dolor que puede experimentarse con la muerte de un ser querido sería muy próximo al que podría sentirse ante la muerte propia. Es como una extensión de ese dolor.

Tampoco pasa desapercibida la crítica que hace, a través de Vila, en relación al sistema judicial y penitenciario. Simplemente no confía en las cárceles como centros de reinserción si no existe una intención de reeducación por parte del individuo y según él, eso depende mucho del futuro que le espere fuera de ese centro, aunque eso no significa ni mucho menos que esté de acuerdo con otros tipos de castigo. Otro aspecto curioso, que no sé hasta que punto se corresponderá con el sentimiento real que se tenga desde el punto de vista del guardia civil, es la imagen de los jueces como niños malcriados y prepotentes, deseosos de marcar las distancias y de que se les reconozca su estatus y el poder que éste les reporta. En ocasiones incluso, tanto jueces como abogados y fiscales, los de las togas negras, son presentados como seres despiadados que no tienen en consideración los sentimientos de los familiares, testigos o imputados.

Hay cosas que no me gustan, como el contexto familiar de Vila, que en esta novela aparece de la nada como si siempre hubiera estado allí. No es que no me guste, de hecho agradezco que tenga vida fuera del Cuerpo, es sólo la forma de presentarlo, así a quemarropa y sin previo aviso, consiguiendo que aflore un sentimiento de traición al menos en mí, como lectora - igual suena tremendista, quizá sea una actitud contagiosa-. Me niego a presuponer que esa parcela de la vida personal del sargento no formara parte del plan inicial, prefiero pecar de romántica y creer que fue el propio Silva el que necesitó saber más de los personajes que él mismo había creado y decidió que lo justo era situarlos en un plano más real y dotarles de un contexto. Prefiero pensar que en esta novela los personajes empezaron a formar parte de su autor. Tampoco me agrada la pomposidad innecesaria que el sargento Vila aporta a sus discursos, pero eso ya lo sabíais. Lo que sí creo es que cada vez más, con cada novela, la personalidad de Vila se muestra más marcada y perfilada, que poco a poco se va aproximando a lo que se conoce como el antihéroe, ese sujeto atormentado, pesimista y pesaroso, desconocedor de sus virtudes, que ejerce sobre él una fuerte autocrítica porque todo es culpa suya y podría haberlo evitado si no fuera un cafre. - Además es una forma de encontrarme con los míos. He caído derrotado a menudo, página 215-. Menos mal que Chamorro está a su lado para aliviarle la carga.
Igual ocurre con otros personajes que aparecen en esta historia y en los que se repite la particularidad de que, a raíz de determinados acontecimientos ocurridos en su vida, han llegado a conocerse a sí mismos, como seres humanos. Así, el autojuicio está muy presente a lo largo de toda la narración y me he dado cuenta de que, pese a que lo más lógico y natural sería que uno fuera benévolo con sigo mismo, en realidad es todo lo contrario. Se tiende a ser mucho más duro, cruel e intransigente.
Otro aspecto positivo que aportar es que después de leer esta novela, tengo la firme sensación de que en ella, Silva apuesta más fuerte y se atreve a rebasar ciertos límites a los que ni se acercaba en las novelas anteriores, igual las historias no lo requerían, pero me ha parecido más atrevido. Como para empezar a tomarle en serio. De cualquier forma, la historia es bastante entretenida y en un punto, es hasta imprevisible.

Un saludo, Lola.

P.D: Nadie podía impedir, una vez que ellas lo habían decidido, aquel misterioso y fatídico abrazo entre la niebla y la doncella - Página 355-


 P. D 2: si lo que describe Lorenzo Silva en esta novela es cierto y tengo la ocasión, procuraré no perderme el paisaje de La Gomera.

1 comentario:

  1. Tengo que seguir descubriendo a estos personajes de Silva. Sólo he leído el primer libro y lo disfruté mucho.
    Besotes!!!

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