jueves, 12 de septiembre de 2013

El Club del Amanecer. Don Winslow

Hoy estoy un poco dispersa así que antes de que se me olviden o de que me enfríe, varias cosas, unas más banales que otras pero en fin.... Primera, creo que Winslow se está relajando, me encantan sus novelas pero creo que ninguna mantiene la sordidez y la suciedad de El poder del perro, en todas narra hechos escalofriantes pero en estas últimas, emplea un tono más desenfadado, normalmente a través de la actitud de sus personajes. Segunda, es imposible no enamorarse del carismático y apacible Boone Daniels, de su físico, de su cabello dorado y su piel bronceada, de su actitud ante la vida, de su personalidad. En definitiva, de todo él. Es listo Winslow, no brinda a su personaje ningún defecto. Y, por el momento, tercera, creo que vamos a tener Boone Daniels para rato, porque me encanta la idea, pero reconozcámoslo, crear un detective en torno al cual se pueden desarrollar infinidad de casos por resolver es tener un buen as en la manga . Ahora, empezamos...

Boone Daniels es un ex policía que, después de un desafortunado incidente, se gana la vida como detective privado. Es un apasionado del surf, ya surfeaba incluso antes de nacer, literalmente. Sus padres, dos conocidas figuras de este deporte, se encargaron de enseñarle todo lo que sabe y por sus proezas es una figura respetada y admirada en todo Pacific Beach. Su vida transcurre con total tranquilidad y monotonía. Todas las mañanas se reune en la zona de arranque con el Club del Amanecer, o lo que es lo mismo, con David el Adonis, Jhonny Banzai, el Marea Alta, Sunny Day y el Doce Dedos, luego se dirige a The Soundowner donde tiene el desayuno asegurado desde que evitara un altercado en el local, y después, acude a la oficina que comparte con El Optimista, un viejo contable al que sacó de un apuro y que trata de poner un poco de orden en la vida del joven. Si a eso añadimos los atardeceres en la playa, con un fuego, un asado de pescado, una conversación sobre cosas triviales con los amigos y alguien tocando la guitarra o el ukelele, Boone no necesita más para vivir. Su vida es perfecta en su justo equilibrio, sin ambiciones innecesarias, y lo será aún más cuando lleguen las enormes olas que se prometen en un par de días y que sólo tienen lugar una vez cada demasiado tiempo. Un oleaje que podría, y lo hará, cambiar su vida y la de sus amigos para siempre. Pero lo perfecto no existe y para demostrarlo aparece Petra Hall, una joven abogada que tiene un trabajo para Boone. La testigo de su último caso ha desaparecido y él deberá encontrarla antes de que lo hagan otros. Algo que a priori parece fácil, encontrar a una desconocida bailarina implicada en un caso de fraude a una aseguradora, y para lo que Boone pretende emplear el tiempo justo ya que tiene la total intención de estar en el agua antes de que empiece la acción, se convertirá en el detonante que haga estallar la burbuja en la que nuestro protagonista vive apaciblemente, desvelando un submundo atroz y salvaje manejado por unos seres sin escrúpulos, corrompidos por el poder y el dinero. El mundo que conoce se verá patas arriba,  transformado en una pesadilla, cuando descubra lo que ocurre más allá de los fresales.

Una historia trepidante y llena de acción, con giros inesperados a través de los cuales Winslow no sólo pondrá a prueba a sus personajes si no también al lector. Una historia de honor, amistad, lealtad y compromiso, que nos acerca a la cultura del surf. Cuarta, sabía que habría una cuarta, me sobran un poco los paréntesis que hace el autor en la trama sobre la historia de este deporte y de la ciudad de San Diego y alrededores, aunque desde luego la novela se convierte en un estupendo tributo al mundo del surf, su filosofía y el modo de vida que propone. El mar, el cielo, las olas, la tranquilidad que aportan cada amanecer y cada atardecer. Un paisaje idílico. Supongo que el paraíso en la Tierra, pero parece que todo paraíso esconde su parte de infierno, en este caso viene representado por el tráfico de personas y la prostitución infantil. Resulta escalofriante descubrir la manera en que dos mundo tan dispares pueden convivir en un espacio tan reducido. Y aunque pueda resultar un poco morboso, me resultó curioso el giro que hace el autor con respecto al título, El Club del Amanecer.

Esperando la siguiente entrega, La hora de los caballeros...

Un saludo, Lola.

P.D: Ahora resulta que me toca pasárselo a mi querido padre que sólo lee una vez al año, en sus vacaciones de agosto, qué le vamos a hacer cada uno tiene sus rarezas, pero que creo que después de este verano, el verano en que leyó a Don Winslow, se animará a hacer más frecuentes sus lecturas.

2 comentarios:

  1. Y yo que aún no me he animado con este autor... Ays, que voy a tener que hacerle hueco, no sé cuándo, pero tenog que hacerle hueco...
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  2. Tengo muchas ganas de leer al autor, aunque no empezaré por este, lo tengo echado el ojo ;)

    Besotes

    ResponderEliminar