viernes, 28 de junio de 2013

LO QUE MUEVE EL MUNDO. Kirmen Uribe

En 1937, diecinueve mil niños vascos son enviados a países como Francia, la Unión Soviética, Inglaterra o Bélgica con el objetivo de protegerlos de los duros bombardeos que tenían lugar durante la Guerra Civil. A bordo del buque Habana, Ramón y Karmentxu Cudín viajan junto con otros tres mil niños destino a Gante. Allí los separan y son los Mussche lo que se hacen cargo de la pequeña a la que siempre tratarán como a un miembro más de la familia. Según Robert, Karmentxu llevó la alegría a sus vidas, en especial a la de su padre para el que supuso una compañía muy especial, pues compartió con ella su afición por el ciclismo y más de una jornada en su puesto ambulante de patatas fritas. Kirmen cuenta en pocos capítulos lo duro que resultó la travesía hasta que llegaron a su destino, la dificultad para adaptarse a una nueva forma de vida, diferente a la que tenían en el País Vasco, o las relaciones que se establecieron entre algunos de los niños que mantuvieron el contacto durante su estancia en Gante gracias a la amistad de sus familias de acogida, aunque lo pero fue la inevitable separación pues tras la victoria franquista, los niños fueron repatriados.

Esta historia es el pretexto del que se sirve Kirmen Uribe para narrar la vida del belga Robert Mussche, un joven intelectual, romántico, leal y de fuertes principios morales. Un joven de origen humilde que se vio obligado a dejar los estudios prematuramente pero que pese a eso siempre se mostró amante de la cultura, la música y la literatura. Aficiones que comparte con Herman Thiery, hijo del influyente Michel Thiery, al que le une una relación de amistad muy especial, y con Robert Brise. Un héroe al que sus vivencias bélicas, su servicio militar en Gante, su estancia en Granollers durante el 38 y su participación en los combates contra el ejército alemán en mayo de 1940, transformaron en el hombre inquieto, comprometido e idealista que años después pasó a formar parte de la resistencia contra los nazis y que siempre trató de encontrar una manera de cambiar el mundo.

A partir de variados testimonios, pasajes de novelas y poemas escritos por Herman, siempre bajo el nombre de Johan Daisne, y por el propio Robert, cartas enviadas entre distintos amigos, fotografías y, en especial, gracias a la gran ayuda de Carmen Mussche, quien le permitió el acceso a cosas tan privadas como la biblioteca de su padre o el diario que escribió su madre durante la ausencia de éste, Kirmen va encajando las piezas de un puzzle hasta dar forma a la vida y personalidad de Robert, a sus motivaciones y a toda una época marcada por la guerra y el sufrimiento.

El resultado es una novela sensible y muy emotiva, escrita con agilidad y sumo gusto, en la que Kirmen muestra los resultados de sus indagaciones y a través de la que comparte con el lector un sentimiento muy íntimo, el fin último que le llevó a identificarse y querer dejar constancia de la historia de Robert Mussche.

Durante toda esta lectura no paraba de evocar las imágenes que ya forman parte de mí gracias a la novela gráfica Maus, o a películas como Los falsificadores o Ispansi, que de una u otra manera, muestran el horror más cruel y despiadado de algo que nunca debió ocurrir.

Hay varias cosas que me han impactado de esta historia. La primera, cuando se hace referencia al momento en que Robert escucha a la banda de Neuengamme tocar para los nazis las composiciones de Beethoven porque siente que le arrebatan una parte de sí mismo, de su yo más personal. Siente que mancillan su pasado, sus recuerdos, todo lo que el músico significó para él. Es como si violasen los momentos en que escuchaba su música y la compañía con la que compartía esas veladas. Igual de terrible es el relato de lo que ocurrió en la bahía de Lübeck y el drama del Cap Arcona.

Algo que no he sido capaz de leer y que incluso, ahora, al escribir sobre ello me emociono. Página 206,
Muchísimos presos se libraron de la muerte gracias al incesante estribillo de la canción [...] Cincuenta años más tarde, uno de los polacos se acerca al grupo de los veteranos franceses...
Y ya, no he podido pasar de aquí.

Y por último, me encanta la teoría que Herman expondrá años después en una de sus obras, El tren de la tranquilidad, y que tiene su base en la primera ley de Newton. Según esta creencia, cuando una persona muere se produce algo similar a la inercia, de manera que transcurre un tiempo durante el cual seguimos sintiendo los efectos de sus actos. Creo que esto puede extrapolarse a todos aquellos que murieron para que los demás sobreviviéramos.

Un saludo, Lola.

P. D: ¿Os acordáis de lo que hablamos sobre la obra de Santiago Posteguillo? si la respuesta es afirmativa tenéis que leer este artículo, en el que Kirmen Uribe cuenta la historia que hay detrás de esta novela-
http://elpais.com/elpais/2013/03/20/eps/1363802312_858533.html -. Si la respuesta es negativa, primero deberéis leer la reseña sobre La noche en que Frankenstein leyó El Quijote.

jueves, 27 de junio de 2013

El título en el texto

- Robert, en tu opinión, ¿qué es lo que mueve el mundo? --le preguntó Herman en cierta ocasión--. Según Nietzsche, esa oscura fuerza es el poder; para Marx, se trata de la economía; y, según Freud, es el amor. ¿Quién tiene razón, según tú? ¿Qué es lo que nos hace vivir? 

Lo que mueve el mundo. Kirmen Uribe. Página 36

miércoles, 26 de junio de 2013

La noche en que Frankenstein leyó El Quijote. Santiago Posteguillo

Nunca pensé que una recopilación de anécdotas literarias pudiera significar tanto para mí como esta obra de Posteguillo, veréis es que yo no soy mucho de anécdotas, ni de biografías, ni de contextos. Tampoco me he parado nunca a pensar en motivaciones personales, inspiraciones, desengaños o desilusiones. Creo, ahora me doy cuenta, que nunca he sido consciente de que detrás de cada historia narrada hay otra historia desconocida e igual de fascinante pero que en ocasiones, no transciende hasta pasados los años. De igual manera, esta novela me ha llevado a la conclusión de que nunca he sido capaz de valorar las obras literarias que hoy son tan fáciles de encontrar en cualquier librería o de la suerte de poder disfrutar de su lectura. Muchas de ellas, algunas de las incluidas en esta obra, son a las que Posteguillo se refiere como las grandes victorias de la literatura universal. No puedo imaginar mi vida si alguien me hubiera privado de novelas que para mí han sido muy importantes. Quizá hoy sería una persona distinta. Ahora también soy consciente de la cantidad de novelas que debido al destino, la suerte, las casualidades o el desatino de determinado editor se han podido perder para siempre. Puede que sólo necesiten de tiempo para que alguien las descubra.

Desde hoy, veré con otros ojos a autores como Kafka, Dumas, Saint-Exupéry, Pérez Galdós o Rosalía de Castro y agradezco a Posteguillo el haberme descubierto a otros, y por favor no os riáis de mi ignorancia, como Walter Scott o Raymond Chadler. Muchas de las historias que recoge Posteguillo dan buena cuenta de la personalidad, vida y tormentos de autores de sobra conocidos por todos. Me conmovió especialmente  la desdicha de Dostoievski que arrastró durante toda su vida el lastre de su ludopatía o la valentía y el arrojo de Walter Scott que nunca contempló limitaciones en su cojera y que gracias a su tía Jenny, desarrolló su gusto por la poesía y nunca olvidó las historias que ésta le contaba sobre la antigua Escocia. Me gustó mucho la paciencia y perseverancia con las que Tolkien supo luchar contra la injusticia que pretendía ejercer sobre él y sobre su obra una editorial americana. Y nunca olvidaré a Alexander Solzhenitsyn cuya obra siempre fue perseguida por el KGB, una novela maldita que no convenía tener mucho tiempo entre las manos. No sé si algún día reuniré las fuerzas necesarias para leer Archipiélago Gulag, obra en la que narra sus días en un campo de trabajo en Siberia.

Prometo leer Orgullo y prejuicio, la obra de Jane Austen que los Cadell no quisieron publicar, y alabo el cariño de los familiares de la joven que, pese a esta negativa, siempre la animaron a seguir escribiendo. El Lazarillo de Tormes ya nunca volverá a ser anónimo y ya no sé qué pensar respecto de William Shakespeare pues todo apunta a que hay gato encerrado, además de una importante recompensa para quien aporte luz al misterio de su obra. Y no quiero morir sin antes viajar a Dublín y pasear por las calles que vieron nacer a James Joyce, Bram Stoker, Butler Years o Maeve Bynchy, sin olvidar incluir en el itinerario la visita a la inspiradora biblioteca del Trinity Collage y la próxima vez que visite Santiago pienso disfrutar del claustro del Parador de los Reyes Católicos. Ah! y me siento muy desafortunada por haberme perdido la película que ponían ayer en televisión, Remando al viento de Gonzalo Suárez, que trata de la noche en que Frankenstein leyó el Quijote, o al menos de los días que el matrimonio Shelly pasó en la casa que Lord Byron tenía en Suiza. Pero sí que veré Anonymous, una película sobre cierta teoría respecto de la autoría de las obras de Shakespeare y que Posteguillo también menciona en estas páginas.

Con esta novela me he dado cuenta de que Santiago Posteguillo es un gran escritor que me ha hecho pasar dos tardes estupendas, incluso he llegado a desear haberlo tenido como profesor de literatura en esos días en que la literatura no me interesaba lo más mínimo. Y estaré encantada de leer su trilogía de Escipión. Tan emocionada estoy por esta lectura que, por si todavía no ha quedado lo suficientemente claro, os animo a que, por favor, no dudéis en disfrutar de esta entretenida e instructiva lectura.

Por último, quisiera suscribir una reflexión del autor, sobre la naturaleza humana y el futuro de la literatura,

Y es que, por encima de formas y formatos, más allá de los rollos de papiro, los libros de papel o los lectores electrónicos, está la perenne pasión del ser humano por que le cuenten historias. -página 215-

Un saludo, Lola.

viernes, 21 de junio de 2013

Desnuda la noche. Sherrilyn Kenyon

Esta es la lectura que me he regalado por mi cumpleaños -qué queréis que os diga?el de ayer fue un día ocioso-. Reconozco que no es gran cosa pero creo que es lo que necesitaba para entrar con ánimo en la treintena.

No es la primera novela que leo de la autora y en lo que se refiere a la forma y el contenido no puedo decir nada diferente de lo que ya haya escrito con anterioridad. Una lectura fácil y sin más pretensión que la de entretener. Mantiene su linea y me encanta.

Tampoco es la primera historia que leo cuyos protagonistas son los Were Hunters -aún me acuerdo de Vane y Bride y El juego de la noche-. Para no liaros mucho pero poneros en antecedentes, los Were Hunter son seres mitad humano, mitad animal. Aquellos en los que predomina la parte animal son conocidos como katagarios y si lo que se impone es su parte humana son arcadios. Las dos caras de una misma moneda. Ambos fueron creados por un rey griego para evitar que sobre sus dos hijos cayera la maldición de Apolo por la que todos los hijos del dios morirían en su vigésimo séptimo cumpleaños. Pero a Apolo no le gustó que el rey jurase a ser un dios y tratara de esquivar sus designios, por lo que obligó a arcadios y a katagarios a darse caza eternamente. Dentro de los katagarios existen tantas familias como depredadores en el reino animal, son muy violentos, territoriales y no se mezclan entre clanes, así como tampoco pueden emparejarse con arcadios o humanos -téngase en cuenta este detalle para más adelante-.

Wren Tigarian es un joven katagario que vive en el Santuario, un bar de moteros regentado por la familia Peltier, donde además trabaja como ayudante de camarero. Es huraño, no se relaciona con nadie, salvo con Aimee, la única hija de los Peltier, y su único amigo es un mono llamado Marvin. Lo llevaron allí tras la muerte de sus padres cuando él era apenas un cachorro. Tanto su familia como su clan lo rechazaron desde que naciera por ser mestizo, su padre era un tigre y su madre un leopardo, así que desde niño vivió aislado.

Una tarde mientras recoge vasos sucios, conoce a Maggie en el Santuario y desde ese momento se siente atraído inexplicablemente por la joven aunque sabe que su relación sería imposible. Margaritte Godeau es la hija de un senador y no está acostumbrada a rodearse de gente como la que frecuenta el Santuario. Ella y sus amigos han decidido acudir a este bar como homenaje al que fuera compañero de estudios, Nick Gautier. El destino querrá que ese sea el punto de unión entre los dos jóvenes pues ambos conocían muy bien a Nick y habían oído hablar el uno del otro a través de él. A partir de este encuentro nada será igual y tanto su amor como sus vidas correrán peligro pues parece que alguien desea verles muertos.

Sin más que añadir salvo que, una vez más, Kenyon ha conseguido una novela estimulante, entretenida y emocionante...

Un saludo, Lola.

lunes, 17 de junio de 2013

Dos días de mayo. Jordi Sierra i Fabra

Todo parecía indicar que el único entretenimiento para Miquel Mascarell en los cuatro días en que Patro y su hermana estarían de visita en casa de un familiar, sería echarla de menos. Y en eso estaba, añorando su calor y su juventud y obligándose ha llevar una vida normal pues así lo habría querido su mujer, cuando un joven llamado Pere lo va a buscar en nombre de María Galvany. El viejo inspector, Mateo Galvany, al que visitara después de mucho tiempo el pasado mes de octubre, había muerto atropellado el día anterior, pero lo que para la policía es un desafortunado accidente, para su hija es un claro asesinato. Alguien quería matar a su padre, el quién y el por qué son las dos incógnitas que le pide resolver a Miquel. Por lealtad hacía el que fuera su jefe, por compromiso hacía su hija, por curiosidad y honor a la verdad o porque nunca dejaría de ser el policía que una vez fue, Miquel se ve obligado ha hacer preguntas y ha reencontrarse con personajes de su pasado lejano, de los días en que perseguía delincuentes por las calles barcelonesas, y de días más próximos, ya como republicano derrotado. Los detalles de la trama que va descubriendo según avanzan las horas, le apremian a poner al límite su cansado cuerpo pues al día siguiente, el 31 de mayo de 1949, el Generalísimo visitará Barcelona y lo que empieza a desvelar su investigación será clave para el futuro de España. La cuestión, una vez conocido el plan, es decidir si intervenir o no pero, lo más difícil será aceptar la contradicción. Por un lado, desear que ocurra algo pero por el otro, no desear que ocurra. En ocasiones, es difícil comprender en su conjunto las dimensiones que podrían alcanzar las consecuencias de un hecho histórico puntual, quizá por lo inoportuno del momento.

Expresiones como ser peor el remedio que la enfermedad o no hay mal que cien años dure, adquirirán en esta novela otra dimensión y a más de uno darán qué pensar.

Una vez más, Jordi Sierra i Fabra dibuja con gran esmero y delicadeza un panorama desolador. Una Barcelona que aún sufre la derrotada. Una ciudad presa de la pobreza y el desamparo que parece dispuesta a pagar cualquier precio por vivir en paz. Es triste darse cuenta del peso que adquiere el silencio que sólo el miedo y la represión son capaces de conseguir. Cuesta pensar en el hecho de que sólo hay un futuro y un destino posibles para las víctimas inocentes del poder. Y es muy duro recapacitar sobre la soledad extrema de quienes perdieron todo lo que tenían, de quienes sufrieron la muerte de todos sus familiares durante o después de la guerra. Que algo con lo que deber ser tan difícil convivir se convierta en punto de unión para tanta gente, como una especie de camaradería. Algo que me ha resultado curioso de esta historia y que creo que es muy representativo de una manera de vivir, es que en esos días no había amigos, sólo compañeros de trabajo, vecinos, conocidos...con los que a penas se hablaba o hacía mucho que no se veía. Tener amigos en esas circunstancias tan críticas era peligroso, comprometido y triste.

Me encanta leer a Sierra i Fabra porque tiene una forma de escribir tan natural y a la vez tan cargada de sentimiento, que su lectura se convierte en un verdadero placer. Me alegró saber que los casos del inspector Mascarell no se quedarían en tres y espero que sea un personaje tan inspirador para Sierra i Fabra como para que le apetezca escribir más sobre él.

Un saludo, Lola.

P.D: Recomiendo y recomendaré siempre los otros casos de Miquel Mascarell,
Cuatro días de enero
Siete días de julio
Cinco días de octubre

jueves, 13 de junio de 2013

El atlas de las nubes. David Mitchell

Empecé a leer esta novela cegada por la idea de su adaptación cinematográfica. Aunque en realidad es algo más complicado que eso. No es que viera la película y de ahí surgiera mi interés hacia la novela. He de confesar que ni siquiera sabía que la película estuviera basada en una novela pero es ahora, después de haber leído la novela, cuando realmente siento curiosidad por su planteamiento cinematográfico. Cómo resistirse cuando The guardian publica estas dos crítica de la misma cinta "lleva todas las marcas de una estupidez gigantesca y quienes no estén familiarizados con el libro estarán perdidos" y "Es difícil condenar completamente la ambición de los directores, tiene ritmo y está montada de forma inteligente, y hay actuaciones brillantes". En definitiva, que debido a todo este lío, aquí estoy.

La mejor manera para definir la estructura de El atlas de las nubes es a través de las palabras de uno de sus personajes, el protagonista de Cartas desde Zedelghem. Yo no podría haberlo hecho mejor, Robert Frobisher; En la primera parte, cada solo se ve interrumpido por el siguiente; en la segunda, se retoma cada interpretación en orden inverso. ¿Idea revolucionaria o efectismo insustancial? -página 526-
Así, cada una de las seis historias que componen esta novela, va dando paso a la siguiente pero sin dejar de formar parte de la narración pues, de manera sutil pero efectiva, sus personajes estarán muy presentes en los acontecimientos futuros, para después volver a retomar las mismas historias en el punto en que quedaron.

Todo comienza con el diario de un notario americano llamado Adam Ewing que viaja por las islas del Pacífico por motivos de trabajo. El barco en el que navegaba desde Sidney se ve obligado a parar en tierras maoríes y allí conoce al peculiar doctor Henry Goose con el que, a los pocos meses, retoma la travesía a bordo del Prophetess. Gracias a sus palabras y a su visión justa y honesta de lo que le rodea, descubrimos una sociedad cruel, clasista, racista y esclavista que, amparada en su sólida convicción de las ventajas que supone para los salvajes la colonización y su conversión al Cristianismo, se siente legitimada para someter a otros pueblos en nombre del Todopoderoso. Parece ser que la avidez del ser humano y sus ansias de poder y de dominio ya nos condenaron desde el origen. Es triste, en cierto modo, ver cómo las esperanzas de Ewing se quedarán en pura ilusión cuando uno ya es conocedor de la Historia que siguió a esa época.

Años después, en 1931, un joven compositor encuentra parte de este diario mientras expolia la biblioteca de su profesor Vyvyan Ayrs, un viejo músico de renombre pero que conoció tiempos mejores. Este joven prometedor es Robert Frobisher, un inglés romántico y apasionado, bastante ambiguo, y con mucho talento para la composición musical que huye de su familia y de sus deudas hasta aterrizar en el château Zedelghem. De sus peripecias y de sus avances en la composición de la obra de su vida, un sexteto titulado El atlas de las nubes, dará ávida cuenta a su buen amigo Sixsmith a través de las cartas que le envía desde Bélgica. Creo que esta es la historia que da sentido a la novela.

Aunque ya han pasado más de cuarenta años, Rufus Sixsmith todavía recuerda con cierta nostalgia el que fuera el gran amor de su vida, pero ahora se enfrenta a un dilema moral mucho más importante y peligroso, desvelar, a través de la comprometida periodista Luisa Rey, las verdaderas consecuencias que podría acarrear la construcción de un nuevo reactor en la isla Swannekke. Una historia trepidante, llega de intrigas y peligros que de verdad logra mantener al lector en vilo hasta su desenlace. Hay una frase de Luisa Rey que creo que refleja a la perfección el espíritu de la novela: ¿Es posible que algunas moléculas del castillo de Zedelghem, o de la mano de Robert Frosbisher, aletargados entre estas hojas durante cuarenta y ocho años, giren ahora en mis pulmones o corran por mis venas?. Quién sabe. -página 515-

El borrador de Vidas a medias, el primer misterio de Luisa Rey, llega a manos de un editor independiente pero no puede más que pasarle desapercibida pues Timothy Cavendish está más ocupado tratando de escapar del asilo en el que ha ingresado por error, o quizá no. En teoría, su hermano debía ayudarle a escapar de los beneficios de Sándwich de nudillos. Lo que Cavendish nos ofrece es el guión de la película que podría rodarse inspirándose en su calvario personal pero desde un punto de vista cínico y mordaz.

En un futuro muy lejano que ya se muestra al borde del colapso y en el que los trabajos más pesados son realizados por replicantes a las órdenes sus amos humanos, esa película supondrá un  fascinante clásico del cine para Sonmi-451. Ella no lo sabe pero forma parte de un plan mucho más extenso y complejo que escapará a su entendimiento hasta que sea demasiado tarde para dar marcha atrás. Cuando la Tierra ya no es lo que era -o ya no será lo que hoy es-, la grabación de sus declaraciones en un artilugio llamado antífona llega a manos de Zachry mientras registra las pertenencias de Merónima, una viajera venida de muy lejos y con cuya civilización su tribu hace trueques y a la que se verá obligado a alojar en su casa ante la petición de ésta de estudiar sus costumbres. Zachry dibuja un paisaje desconocido pero que no es más que la vuelta a unos orígenes ya olvidados, basados en una civilización ya extinta.
Esta historia es la que cierra esa primera parte y será sólo después de leer las aventuras de Zachry, o al menos de intentarlo –David Mitchell, en un alarde de excentricidad, llena la narración de errores ortográficos, gramaticales y palabros imposibles, que dificultan mucho la lectura al resto de los mortales-, cuando uno sea consciente de la verdadera estructura de la novela y del planteamiento del autor sobre el discurrir de la Historia como un círculo cerrado. La parte positiva de esta teoría es que siempre queda esa pequeña llama que sobrevive al desastre y que permite al ser humano encontrar el camino. Lo negativo es que si Mitchell está en lo cierto, esa misma civilización se verá obligada, tarde o temprano, a repetir ese destino, a cometer los mismos errores o quizá otros nuevos, pero que la llevarán por la misma senda hacía el mismo desenlace.

Creo que las transiciones están mejor logradas en unos casos que en otros y que las historias son más atractivas en unos casos que en otros, pero al final todo parece encajar en el conjunto de la novela y en las pretensiones del autor. También es verdad que pese a que me encanta la idea de la estructuración de la novela pues me parece que, sin entrar a plantear su posible originalidad, sí que crea en el lector una perspectiva de tiempo, una conciencia de pasado y de futuro, aunque cuesta contemplarla como una única historia, quizá por su rotunda división en capítulos que separan claramente las distintas historias. Lo que no se puede negar es que el autor es muy listo e interrumpe la historia en el momento más emocionante así, el lector no puede hacer otra cosas que esperar esos guiños que nos ponen en la pista del posible destino que hayan podido correr los personajes.

Como si se tratase de una especie de universo místico paralelo, Mitchell deja intuir la idea de la reencarnación pero cuesta identificar una única personalidad o espíritu en los distintos protagonistas, en sus distintas épocas, quizá eso es lo que trata de plasmar la película haciendo que los mismos actores interpreten a distintos personajes a lo largo de toda la película.



Según leía la novela e inspirada por las reflexiones de los protagonistas, pensé que quizá eso que llaman un atlas de las nubes era algo real sobre lo que encontrar algún tipo de información en Internet y, sabéis una cosa?, a partir de ahora, para mí lo es.
Un saludo, Lola.

P.D: Perdón por la extensión de la reseña, en ocasiones hasta temía que fuese más extensa que la propia novela.